Queremos conocer hoy el origen de su nombre, que se remonta al S. XVI y procede -curiosamente- de una leyenda protagonizada por una mujer. Se trata de una joven viuda de un montero mayor del rey que compró una vivienda al final de esta calle.
A la bella dama le gustaba lucirse en público resaltando su figura, lo que provocaba que los galanes de la Corte se disputaran sus favores. Todas las noches se vivían -bajo su balcón- distintos desafíos entre hombres que intentaban cortejarla. Allí se daban cita caballeros, alguaciles para poner orden y curas para dar la absolución “in extremis”.
El caso llegó a oídos de la Inquisición quien decidió intervenir personándose en el lugar de los hechos para leer un edicto dirigido hacia las personas que “dieran ocasión a muertes violentas tras pretensiones lascivas”.
El Santo Oficio llegó -incluso- a enviar una carta a la causante involuntaria de los entuertos amenazándola con serias consecuencias para su persona. Tanto insistió que la joven decidió marcharse para siempre de la Corte.
Lo curioso es que ningún hombre pudo afirmar nunca haber tenido relaciones con la dama. A pesar de ello, su estancia en la villa no se olvidó porque aquella calle fue bautizada con el sobrenombre con que era conocida, “La Montera”.
Más información en “Leyendas y anécdotas del viejo Madrid” de Francisco Azorín.
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