Música y moqueta azul para la Gran VíaLa centenaria avenida celebra su cumpleaños con más de 200.000 viandantes y una riada de conciertos
Ambiente, para todos los gustos y colores, fue lo que menos faltó anoche en la centenaria arteria de la ciudad. Y ningún color tan predominante como el azul; azul corporativo, eso sí, como marcan estos malos tiempos para la lírica. Una vez que la policía cerró al tráfico la avenida, a las once de la mañana, una inmensa alfombra de esa tonalidad cubrió el asfalto desde la calle de Alcalá a la plaza de España.
La moqueta se extendía a lo largo de kilómetro y medio, con una superficie total de 30.000 metros cuadrados. A los madrileñitos de a pie, esos que a diario resisten carros y carretas, les pareció simpático el detalle: era como sentirse fugaces estrellas de Hollywood contoneándose por Sunset Boulevard.
Más de 200.000 almas recorrieron la avenida a lo largo de la jornada.
La Red de San Luis, Callao y la plaza de España se convirtieron en escenarios para la zarzuela, el tango, la copla, el cine y el teatro musical. En la Red de San Luis hubo sabor porteño con los espectáculos Piazzolla Tango y Buenos Aires Tango (19.00), sonidos de otras épocas con los bailes populares que interpretó la banda de Nacho Mastretta (20.30) y zarzuela con Esperanza Roy, Pastora Soler y Diana Navarro, acompañadas de la Banda Sinfónica Municipal (22.30). En Callao salieron a la calle los musicales Los 40 principales y Hoy no me puedo levantar (21.00) y Mamma mia y Chicago (0.00). En la plaza de España, entre las 22.30 y las 0.00, la movida recibió un homenaje a cargo de algunos de sus protagonistas, como Nacho G. Vega (Nacha Pop), Rafa Sánchez (La Unión), Nacho Campillo (Tam Tam Go), Mercedes Ferrer y Germán Coppini (Golpes Bajos)
100 años de Historia de la Gran Vía Madrileña
El 4 de abril de 1910, el rey Alfonso XIII, dando un simbólico golpe con un pico de plata en la casa del cura junto a la Iglesia de San José, daba comienzo a las obras del primer tramo de lo que iba a ser la obra pública más importante del primer tercio del siglo XX madrileño y que se convertiría en el indudable icono de la capital: la Gran Vía.
La necesidad de esta reforma, que acaba de cumplir su primer centenario, estaba clara: había que liberar Sol de la congestión de carruajes a la que estaba sometida. Pero, por supuesto, no estuvo exenta de críticas.
Testigo de los cambios que se han producido en la sociedad, fue bautizada como el Broadway madrileño, para más tarde convertirse en el escaparate de la movida y protagonista de la explosión creativa que tuvo lugar en el Madrid de los 80.
Sus 1.316 metros se construyeron en tres tramos: el primero, desde la calle de Alcalá hasta la Red de San Luis (1910-1917); el segundo hasta Callao (1917-1924) y el último para desembocar en la Plaza de España (1925-1931). Para ello se expropiaron 358 fincas, desaparecieron 14 calles y se reformaron otras 34.
Aunque siempre se conoció así, la Gran Vía no tuvo oficialmente ese nombre hasta 1982. En sus comienzos, cada tramo tuvo un nombre distinto (Conde de Peñalver, Pi y Maragall y Eduardo Dato). Esta nomenclatura cambió durante la Guerra Civil y, desde 1939 hasta los 80, se llamó Avenida de José Antonio (en referencia al fundador de la Falange, Primo de Rivera).
Esta arteria estuvo desde el primer momento destinada a convertirse en el centro de todas las miradas, salpicada de edificios de vanguardia diseñados por algunos de los mejores arquitectos de la época e inspirados en los rascacielos de Nueva York. Entre estas construcciones destacan el Metrópolis, situado en la confluencia con la calle Alcalá y coronado por la Victoria Alada, el de Telefónica, que durante la Guerra Civil fue un observatorio militar y desde donde envió muchas de sus crónicas Ernest Hemingway, o el Capitol, joya arquitectónica, vanguardista e innovadora que hoy alberga un hotel y que es una de las imágenes más conocidas de la Gran Vía gracias al luminoso de una marca de refrescos que decora su torreón.
En la actualidad, circulan por ella 50.000 vehículos al día y 185 autobuses en hora punta. Tiene 41 hoteles, cuatro cines, tres teatros y unas 600 casas habitadas. Y es que, pese a su bullicio, su situación y posibilidades para el ocio la convierten en una magnífica opción para alojarse. Además, vive el auge de los musicales, un género que atrae cada vez a más turistas en salas que antes fueron teatros y cines.
En esta arteria se pueden encontrar establecimientos emblemáticos para ir de compras, como Loewe, un clásico de la moda en España y el más antiguo de la firma.
Pero la gran revolución que está experimentando esta avenida es la reconversión de muchos de sus edificios más destacados, incluidos cines y teatros, en tiendas de las principales marcas españolas e internacionales.
Sin duda una señal de la adaptación a los nuevos tiempos es el surgimiento de Triball, un espacio urbano pionero que nace con el afán de revitalizar una zona emblemática. En la zona del Triángulo Ballesta, delimitada por las calles Gran Vía, Fuencarral y Corredera Baja de San Pablo, este espacio abierto combina la tradición histórica con las últimas tendencias artísticas y de moda, la calidad gastronómica y una sólida apuesta por la responsabilidad con su entorno.
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