Nos gustaba esta plaza porque, aparte de espaciosa y tradicional y con sonidos de campanas cada hora (hoy, que las plazas antiguas sucumben a la más ventajosa extorsión y privatización del espacio público y sus áreas susceptibles de publicidad y mercadeo) guardaba los recuerdos de una revolución que comenzó el 15 de mayo de 2011 y llegó a dejar una placa conmemorativa a los pies de Carlos III, el guardián de nuestra dignidad, lo máximo a que puede aspirar un rey de piedra de otro siglo.
Nos gustaba esta plaza porque la hicimos símbolo, centro de encuentro, ágora de pensamiento, intercambio y reflexión. La hicimos, entre todxs, el principio de un despertar.
Pero nos la tomaron, con toda la violencia del mundo, con un centenar o más de fantasmas armados que mentían a la ciudadanía: “Zona de seguridad”. A diferencia de nosotrxs, los fantasmas no la compartirían con nadie más.
Nos gustaba esta plaza, y fuimos al asalto del resto de la ciudad. Estábamos con lo puesto. Antes de alejarnos de allí no sentimos lástima, ni enojo, ni siquiera miedo. Era nuestra manera de retarlos, por ver si eran capaces, los fantasmas, de tomarnos la ciudad entera.
La respuesta al desalojo policial nocturno del punto de información del 15M y al cierre de la Plaza de Sol se convirtió en una manifestación de protesta de miles de ciudadanos que recorrió las principales calles de Madrid. La protesta terminó con la toma de la Plaza Mayor de Madrid y, tras una asamblea, con la convocatoria de otra concentración para hoy a las 20 h en la Puerta del Sol.
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