Vaya temporadita llevamos de densidad informativa: entre crisis, recortes, euro, protestas de profesores y médicos, 15-M, 15-O, 20-N…, no hay un día que afloje. En los periódicos hace meses que no cabe nada por debajo de esos niveles de intensidad, y a menudo los columnistas nos debatimos entre dos o tres grandes temas, todos relevantes, graves y hasta “históricos”. El clímax llegó el jueves, cuando tuvimos que reescribir dos veces: yo empecé la mañana con Grecia, rectifiqué a mediodía con Gadafi, y llegué a la cena con ETA. De ahí que, subidos a la montaña rusa, no quede tiempo para noticias “pequeñas”, que son todas aquellas que no alcanzan la gravedad de lo mencionado.
Un ejemplo, entre muchos: la Comunidad de Madrid acaba de suprimir, de un día para otro, las actividades en las bibliotecas: talleres, clubes de lectura, cuentacuentos, visitas escolares… Todo cancelado. Miles de usuarios, sobre todo niños, sin actividades; y un puñado de monitores sin trabajo. La justificación, sobra decirla: “ajuste presupuestario”.
Ya, ya sé lo que me van a decir algunos: “no me vengas con cuentacuentos mientras están metiendo mano a la educación o la sanidad; mejor sacrificar eso antes que cosas más vitales.” Vale, de acuerdo: nadie discute que, en un orden de prioridades, la animación a la lectura o los juegos para niños no están en lo más alto.
Pero suceden varias cosas: primero, que recortar en bibliotecas no evita que lo hagan también en otras partidas, pues la tijera no descansa. Segundo, que los recortes en cultura también nos empobrecen. Y tercero, que si damos por bueno el discurso de la tijera, una vez asumido éste lo demás ya es cuestión de grado: si tras las actividades viene la compra de libros seguirá sin ser tan grave; y si luego reducen horarios y plantilla en las bibliotecas, aún no estaremos tocando las cosas de comer; y si al final las privatizan o directamente las cierran, siempre sería mejor que cerrar hospitales.
Y es que a fuerza de tijera, entre grandes desgarrones y pequeñas magulladuras, nos va a quedar el país hecho unos zorros.