Al menos 908 familias, cerca de 4.000 personas, participan en despensas comunitarias que organizan recogidas y repartos para ellos y otros vecinos.
Estas despensas están en al menos 11 distritos de la capital y 10 municipios madrileños, y la mayoría nació entre 2012 y 2014, con un fuerte crecimiento.
"No somos caridad ni pedimos limosna, aquí quien se beneficia tiene que participar", dicen los portavoces de estos bancos de alimentos.
Centenares de familias, una veintena de despensas: en los últimos dos años han proliferado en la región los bancos de alimentos vecinales autogestionados, que dan de comer al menos a 908 familias (cerca de 4.000 personas), mediante su propio trabajo y la colaboración de ciudadanos y comercios de los barrios. Estas despensas vecinales están presentes al menos en 11 distritos de la capital y diez municipios de la región.
Pese a que la crisis estalló en 2008, la mayoría de las despensas autogestionadas que continúan operativas nacieron entre 2012 y 2014. Y han crecido a pasos agigantados, a fuerza de repartirse las tareas entre todos. Para participar en estos bancos de alimentos se requiere estar en paro y no poder llegar a fin de mes.
Se organizan en asambleas celebradas generalmente una vez por semana, en donde se reparten las tareas: recogida a las puertas de los comercios, transporte de la mercadería, almacenamiento, composición de las bolsas y su reparto.
El pequeño comercio
Las tiendas de barrio suelen colaborar con las despensas solidarias, pese a que manejan unas cantidades muy inferiores a las de las cadenas de supermercados.
"Hacemos una campaña de concienciación en el comercio local, las pequeñas fruterías, porque se tiran muchos alimentos frescos; cuando sabemos que de una tienda se puede recoger comida, nos avisamos por el grupo de WhatsApp", dice Marcos, del Grupo de Alimentación de Ciudad Lineal, parte del Grupo Apoyo Mutuo de ese distrito.
"Hacemos recogidas en bibliotecas, pero no queremos la dinámica del supermercado, buscamos alternativas para cubrir nuestras necesidades sin pedir limosna, queremos depender de nuestro trabajo", explica María, de la RDS de Carabanchel.
"La gente es reacia a dejar dinero, no a dejar comida, hemos pactado con el mercado de Barceló para que se puedan dejar vales pagados para nuestra despensa. Así, además, cubrimos la necesidad de alimentos frescos", explica Mónica, voluntaria de la despensa malasañera, subrayando que esta iniciativa interesa a todas las partes, porque el mercado se asegura así también que se consume en sus propias tiendas.
No al asistencialismo: quien no colabora, no recibe
Una constante de las despensas autogestionadas es que todos los beneficiarios deben colaborar de alguna manera.
"Nos apartamos del asistencialismo de organizaciones como Cáritas y Cruz Roja, entendemos que nuestra función es que los vecinos se organicen y cubran sus necesidades”,
Su mecánica es la misma que la de la mayoría de despensas autogestionadas: se ubican a las puertas de un supermercado con una mesa y carteles, reparten octavillas y apelan a la solidaridad vecinal.
"Tienen que movilizarse, no nos gustan las actitudes pasivas, estar activo mantiene la dignidad y el estado psíquico adecuado para salir adelante", dice Luis, psicólogo que colabora con Pan para Todos.