SOY HIJA DE MADRID LO MISMO QUE FUE MI PADRE, COMO MI MADRE TAMBIEN LO ES, EN ESTA TIERRA DE ARTE DONDE SIEMPRE VIVIRE ... EL RECORRER DE SUS CALLES, LAS CUALES NO TIENEN FIN, TE HACEN SENTIR EL EMBRUJO QUE SIEMPRE GUARDA MADRID, ... Y VENGAS DE DONDE VENGAS, LLEGUES DE CUALQUIER LUGAR, TE SENTIRAS MADRILEÑO, POR LA CALLE DE ALCALA..... Y POR EL MADRID MAS VIEJO QUE PISABAN MIS ABUELAS, PASEARAS SIN DESCANSO POR SUS CALLES Y PLAZUELAS, Y BIEN SEA DE TAPEO DE ENTRESIJO Y GALLINEJA, CHOCOLATE CON BUÑUELOS, DIRAS CON LA BOCA LLENA ...¡!! QUE DESDE MADRID AL CIELO ¡!!

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martes, 8 de mayo de 2012

Desalojo a los abuelos del 15-M

La policía obliga a un grupo de jubilados que recogía firmas por las pensiones a desmontar su tenderete


Son como esa pareja de ángel y demonio que aparecen en el hombro del protagonista de la peli cuando le abruman las dudas. El diablillo —Francisco Román, 77 años, boina negra— lo dice a voz en grito: “¡Que no les des explicaciones!”. La angelito (Angustias Alonso, 76 años, melena cana), replica desde el otro lado: “Que sí, hombre, que se las tiene que dar”. Y entre ambos, encarándose con dos policías, el tercer abuelo en discordia, Lazaro Sola intenta arreglar el percal.
El hombre echa mano de diplomacia e intenta convencer a los agentes de que sí, que pidieron permisos, que la mesa de firmas se debería quedar donde está. Pero no lo consiguen: los uniformados insisten en que hay que desmontar el chiringuito. “Pues nos quedamos, usted verá”, replica Lázaro con el folio de recogida de firmas en la mano.
Y empiezan los gritos y cánticos que normalmente entonan intérpretes más jóvenes: “De norte a sur, de este a oeste...”/ “Arriba, todos a luchar...., que se metan por el culo la Reforma Laboral”. El grupo que tomó ayer durante un rato la plaza de Sol, a apenas cuatro días del arranque de reivindicaciones por el aniversario del 15-M, supera la media de edad y de achaques. Son los abuelos del movimiento, como llevan escrito en sus chalecos cortados de madrugada con un patrón sobre sacos de patatas. Provienen de movimientos antifranquistas, de la lucha sindical y vecinal, de los barrios obreros y participan en movilizaciones para la recuperación de la memoria histórica. Sola, que tiene 70 años, dice que son unas 50 personas en Madrid mayores de 60 años, que se reduce a 10 “en el núcleo duro” y que se han quedado en cinco para la protesta de la mañana. Se constituyeron como la sección de veteranos el verano pasado.
Están en Sol a mediodía, bajo la estatua ecuestre de Carlos III, para pedir firmas. Necesitan juntar 500.000 para impulsar una iniciativa legislativa popular con la que reivindican que les devuelvan el dinero que perdieron por la congelación de las pensiones en 2011. Unos 200 euros, calcula Lázaro. Los agentes siguen por detrás pidiendo documentación a los veteranos e intentando que desmonten la mesa blanca de plástico a la que unos se acercan a apoyar (“los delincuentes están en Bankia, no entre estos abuelos”, grita un chico) y los que no le ven utilidad. “¡Esto no sirve para nada!”, replica un anciano de corbata bien colocada. La señora Angustias, megáfono en mano, lo llama “estómago agradecido”. Es una histórica del movimiento vecinal de La Elipa, para el que reivindicó sin descanso la parada de metro que estrenaron en 2007.
"Un día su hijo se quedará sin casa", dice un anciano a un agente
Los agentes siguen junto a la furgoneta intentando que los ancianos desmonten el tinglado de mesa, sillas y carteles amarillos llamando a la movilización. Román, taxista jubilado que arengó a los indignados en el Congreso en los inicios del movimienonto, refunfuña y se enfada: "De las dos Españas de Antonio Machado no queda más que una".
Ricardo Rosado, que es más prudente, intenta entretener a un agente para que no retier los carteles: “Un día uno de sus hijos se va a quedar sin casa, hay órdenes que hay que desobedecer”. Rosado pasó dos semanas en la cárcel de Carabanchel por las huelgas de la EMT de de 1976. dice estar “indignado con los que no se indignan” y, tras años de reivindicaciones desde los sindiatos, observa que hay “una involución en las reivindicaciones”. “Los ciudadanos están anestesiados”.
Juana León (67), de familia comunista, se acercó al 15M también desde el movimiento vecinal, por curiosidad. “¡Caramba, voy a ver qué pasa!”, se dijo. Participó en la primera manifestación.Y aquí sigue. apunta en su bloc de notas chiquitito la cita del día siguiente: nueva quedada para recoger firmas y asamblea de veteranos por la tarde. Ya no hay mesa, ni carteles, ni sillas. León se despide animando a todos a participar: “es importante que la gente se dé cuenta de que los problemas no son personales, sino sociales y políticos”.

La resistencia ante los desahucios, el gran orgullo del #15M


En un año el 15-M y la PAH han parado decenas de desalojos, unos 70 en Madrid

Los indignados ayudan a los afectados y les piden que se sumen a la lucha


Cuando vio que a su abuelo se le echaba el desahucio encima, Jonatan Torres, de 24 años, no fue a pedir ayuda a un organismo público o a servicios sociales. Ni siquiera a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Se presentó ante la asamblea 15-M de su barrio, Carabanchel (una de las más activas), y les contó su problema. Allí se solidarizaron con él, le informaron, le pusieron en contacto con la PAH y le ofrecieron acompañamiento en un proceso cuyos detalles ignoran muchos afectados, que tampoco tienen dinero para pagar a quien les asesore. Asistir a una de las reuniones en las que miembros de estas asambleas atienden a afectados con el alma vilo, abre un interrogante: ¿qué ha pasado para que la única puerta (además de la de la PAH) en la que estas personas acaban encontrando información a su alcance y acompañamiento sea esta?

El nacimiento del 15-M y de la rama madrileña de la PAH (la catalana le saca meses de ventaja) sucedió con pocos días de diferencia. Y el flechazo fue instantáneo. Los indignados encontraron en los afectados una causa con la que materializar su apoyo a quienes consideran víctimas de la crisis, dejadas de lado por un Gobierno que sí destina dinero público al rescate de las entidades financieras. Y los afectados encontraron en los indignados apoyo moral y físico para frenar sus desalojos. “Sin ellos habría sido imposible”, dice Tatyana Roevo, de la PAH, cuyo desalojo fue el primero que se frenó en Madrid.

Ha pasado un año desde que los indignados empezaran a prestar su apoyo a los afectados y —al menos en las asambleas más activas— han ido aprendiendo de la experiencia. Entre otras cosas, han tomado nota de una cosa: no hay mejor activista y consejero que quien ha pasado por lo mismo. Por eso intentan que las personas a quienes ayudan se sumen y sigan asesorando a quienes llegan detrás.
En Carabanchel el objetivo se está cumpliendo. Varios afectados asesoran ahora a los nuevos que van llegando. Y uno de los casos más simbólicos es el de Marceline Rosero, de 45 años, muy activa desde que encontrara en esta asamblea el apoyo que no halló en otra parte.
Rosero va en silla de ruedas porque siendo una niña sufrió la polio. Pero eso no impidió que hace 18 años se viniera a España. Atrás quedaban su marido y sus dos hijos, muy pequeños. Sufrió mucho. Sin papeles y con una discapacidad, no había forma de que encontrara empleo. Malvivió y pasó hambre. Pero poco a poco, y con ayuda de los primeros amigos, fue saliendo de la pobreza extrema, logró dejar atrás una depresión y fue sacando cabeza.
En 2006, con sus dos hijos mayores ya en España y un tercero (de una nueva pareja) recién nacido, se compró un piso para tener intimidad junto a sus hijos y dejar de compartir piso. Se compró un bajo en Pan Bendito con dos habitaciones y muchas humedades. Pidió una hipoteca que dejó de pagar cuando se quedó en paro, hace ya meses. En octubre le llegó la primera orden de desahucio y se desesperó. A través de Internet dio con la PAH, quienes le pusieron en contacto con la asamblea 15-M de Carabanchel. Hace unos meses, tras exponer su situación en varios medios de comunicación, su banco le ofreció un alquiler social (la familia sobrevive con los 340 euros de ayuda pública que ingresa). A cambio le pidieron que no los nombrara en los medios.
Rosero no diferencia entre la PAH y el 15-M. Para ella es lo mismo: personas que sin conocerla la ayudaron y la abrazaron cuando lloró. Un día preguntó a dos de las personas del barrio que más le estaban apoyando '¿Pero vosotros tenéis hipoteca?' “No', me dijeron. Y yo no entendía”, explica. “¿Lo hacen porque les pagan? ¿Para ponerse una medallita? No, porque quieren ayudar y no soportan las injusticias. Y si ellos se implican, ¿cómo no me voy a implicar yo?”. Ella es ahora una asidua en los desahucios y ayuda a otros afectados desde la asamblea de Carabanchel. “Veo a tanta gente que llega como llegué yo. Me doy cuenta de que no saben ni por dónde empezar. Ayudarles me hace bien. Es como tener un millón de amigos de los buenos”.

3D Madrid in Google Earth

GRAN TURISMO 5 MADRID GAMESCOM GAMEPLAY

MADRID protagonista en un juego simula una casi idéntica ciudad!!