El presidente de la Comunidad de Madrid por la gracia de Aguirre, don Ignacio González, tiene a su anciano padre de 86 años trabajando para dar ejemplo, no como esos vagos que sólo piensan en jubilarse a los 65 y encima se quejan. El venerable señor ocupa el cargo de secretario general técnico del grupo popular en el Senado, un cargo de gran responsabilidad que consiste básicamente en llevar las cuentas, no necesariamente la cuenta la vieja, aunque suponemos que, visto su currículum, el hombre aprendió matemáticas antes de la invención de la calculadora, cuando en la escuela coreaban la lista de los reyes godos y la tabla de multiplicar y había que contar con los dedos o con habichuelas.
Hablando de multiplicar, la lista de los González con cargo en la administración pública es tan larga que su sola enumeración excedería los límites de este artículo. De momento baste decir que incluye al padre, la esposa, la hermana y la cuñada, de momento y que se sepa, eso sin contar compadres y amigotes, ni tampoco los vástagos y parientes de la anterior presidenta, Esperanza Aguirre, de quien González heredó el cargo según una vieja costumbre dinástica del imperio romano, de la época de Calígula.
Esto de no abandonar a la familia a la intemperie y repoblar los organigramas con apellidos propios no es una exclusiva del PP madrileño, ni mucho menos. La política por vía genética se lleva practicando en Andalucía desde la invención de la aceituna y en el resto de la península más o menos desde los tiempos del moro Muza, no por nada se dice que España es el país musulmán más adelantado del globo, que aquí lo que cuenta es la amistad y la familia. Pero en Madrid la proliferación de ciertos clanes deja en ridículo el milagro de los panes y los peces, habría que ir pensando en organizar un referendum para ver si los madrileños queremos independizarnos de los González y los Aguirre o ellos de nosotros, depende de si son más ellos o somos más nosotros. Yo creo que son más ellos y además más sabe el González por viejo que por González.
Se juntan las dinastías González y Aguirre favorecidas por la órbita gravitatoria de ambos apellidos y dan para llenar el Senado, el Congreso y varias cámaras más, las que les echen. Es como el chiste aquel del señorito que cuenta sus hazañas amatorias en el casino del pueblo: “Pues ayer me tiré a la hija del alcalde”. Y el tontico del pueblo lo oye y se echa a reír. Y al día siguiente: “Pues ayer me tiré a la hija del boticario”. Y el tontico que no para de reírse. Así hasta que al final el señorito, ya molesto, le pregunta al tontico de qué se ríe tanto y el hombre se quita la boina y dice: “Es que, macho, entre tú y tu mujer os vais a tirar a todo el pueblo”.
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